A punto de picar, comiendome una empanada que sobró del mediodía, me sentaba ante la vela que iluminaba mi pequeño hogar. Me cagaba de risa porque con dos velas era suficiente, y era casi todo lo que tenía. Mientras tenga agua, qué me importa. Planeaba todo lo que iba a hacer sin luz: cantar, aunque ya había cantado en la ducha, tocar la viola, capaz leer un poco, meditar y lo mejor, sentarme afuera a ver las estrellas, porque te cuento, el otro día vi ovnis de nuevo. Hay que mirar más el cielo. O algo. Cuestión que mientras planeaba felizmente mis aventuras de esta noche especial, y escuchaba las risas alegres de las familias que, aburridas, pasaban el tiempo juntos y jugaban a algo... En eso, volvió la luz. Los niños gritaron SIIII VOLVIOOOOOOOOOOO!! Mis planes se fueron a la mierda. Ahora había luz, ahora había el maldito facebook.
Ahora me siento acá, con todas las comodidades y vicios a mano, y me pregunto qué habrá pasado para que nos acostumbremos a estar tan horrorosamente adictos a estar frente a una pantalla.
No volví a escuchar a los niños jugar.
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yo también te quiero