Post- Crisis Existencial Nro.934587982371283293878

A veces tengo domingos así.
Me despierto, y si tengo ganas, me vuelvo a dormir. Casi siempre me vuelvo a dormir. Cuando me siento satisfecha, me levanto. Recién ahí, quizás, mire el celular, que dejo en silencio. Y aunque sé que hice promesas, que tengo responsabilidades que atender, y gente que ver, no me queda otra que mandar todo a la mierda. Porque hoy, hoy si quiero, puedo mandar todo a la mierda.
Como algo rico, como si nunca hubiera comido en mi vida. Acaricio a los gatos, limpio un poco la casa. Después me agarra el otro tipo de hambre, el hambre del saber. Y busco algo. Hoy, me llamaron la atanción los Yahyel, y los empecé a investigar. No pasó demasiado tiempo hasta que me sentí libre, una vez mandados todos a cagar, haciendo algo que disfruto muchísimo, y me sentí inspirada a continuar un proyecto que tenía abandonado y a la espera. 
No me gusta mucho la idea de abandonar el hogar ni por un rato, menos en tal estado de voladura y creatividad que no quiero romper ni alterar por nada del mundo. Pero la inspiración también me llama a satisfacer a mi cuerpo. Mi cuerpo pide agua, y una cena rica para esta noche. Entonces me lavo y me visto, porque pasé el día despeinada y en pijama, con las manos llenas de pintura, y salgo a los chinos. Me gusta salir en el momento en que el día no es día y la noche no es noche, mirando los árboles, escuchando los grillos, observando a la gente pasear el perro y hacer ejercicio. No sé si soy invisible a ellos, no sé qué piensan de mí, pero en este momento, estamos en armonía. Siento los aromas, veo los colores, escucho los sonidos, y siento los pies cansándose de caminar en ojotas, y la brisa fría que tanto se hace esperar en este verano. Me contemplo en las vidrieras, sólo para asegurarme que tengo un aspecto normal, porque no me siento persona. Me siento algo que maneja una persona, como si manejara un auto. 
Compro lo justo y necesario, todo parece ser un sueño. Regreso admirada de lo feliz que me hizo el paseo, al igual que la comida, y el agua, y el volver y ver a los gatos. Es hora de sentarse a escribir las sensaciones, antes de que se evaporen, y antes de que detrás de este volante, quede a cargo aquello que vive en este cuerpo cuando yo estoy durmiendo.

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